Flor era una mujer de 32 años, morena y más bien gordita. Su pelo castaño y liso, cortado en media melena, siempre lo recogía en una diminuta coleta. Su complexión, al igual que la de Aldo y la mía, era más bien pequeña. De tez clara y cara redonda, habitualmente destacaba, sus pequeños labios en color rojo pasión. Con andares hombrunos y calzando viejas camperas, se vestía con tejanos gastados.
No se podía decir de ella, que fuera una mujer en exceso femenina. Más bien daba la impresión, de una chica ruda y tosca, de carácter fuerte y claras convicciones. Insistente, vasta y testaruda, chocaba totalmente con la apariencia refinada de Aldo.
Pero si algo llamó la atención en mí, de aquella mujer, fueron sus cejas. Mejor dicho…..¡La ausencia de ellas!. No estaba de moda en aquellos años, quitarse las cejas. Más bien aquella fue, una moda de los años setenta y sin embargo, ella, se paseaba por la calle con aquel look extraño y una rara expresión.
Pero con el paso del tiempo y según la fui conociendo, entendí el porqué de su extraña apariencia. Al parecer, cada vez que a Flor le daba una de sus crisis de histeria y ansiedad, se arrancaba con los dedos, los pelos de sus cejas. Y un buen día descubrí, curiosamente......que mi compañero, también sufría el mismo tic.
Pero si algo llamó la atención en mí, de aquella mujer, fueron sus cejas. Mejor dicho…..¡La ausencia de ellas!. No estaba de moda en aquellos años, quitarse las cejas. Más bien aquella fue, una moda de los años setenta y sin embargo, ella, se paseaba por la calle con aquel look extraño y una rara expresión.
Pero con el paso del tiempo y según la fui conociendo, entendí el porqué de su extraña apariencia. Al parecer, cada vez que a Flor le daba una de sus crisis de histeria y ansiedad, se arrancaba con los dedos, los pelos de sus cejas. Y un buen día descubrí, curiosamente......que mi compañero, también sufría el mismo tic.
....Entonces me contó que una tarde (llegando de su trabajo), se encontró a la madre de su hija con un amigo de su suegro en la cama. Al parecer, la pareja atravesaba una mala racha económica y a cambio de dinero, Flor, prestó “sus favores”.
……- Desde ese momento (dijo Aldo), decidí “pasar” definitivamente de ella.-
El ya no volvió a esforzarse nunca más por crear un falso hogar. A fin de cuentas.....Todo había sido un pacto.
Después de dicho incidente, los “engaños” (por llamarlos de alguna manera) hacia su compañera, se sucedieron, uno detrás de otro. Aldo llegó a mantener relaciones con su propia sobrina Diana, la cual era la “canguro” de la niña. Y paralelamente a Flor, también mantuvo relaciones con una vecina. Cuando nos conocimos, tenía una amante que (según él contó), era la mujer de un guardia civil vecino de mi barrio.
¡Que pena de vida! (me decía a mi misma mientras lo escuchaba). Pero por desgracia, demasiado habitualmente entre parejas mal avenidas y sin amor, se dan episodios similares. Eso todos lo sabemos. Y es muy triste que, los niños y los adultos, se obliguen a vivir sin amor, ni respeto, dentro de cuatro paredes cuando, fuera de ellas y planteándose las cosas de otra manera, tienen posibilidades de ser mucho más felices.
Pero cada pareja es un mundo y yo no era quién para aconsejar, ni decidir. Todo aquello me parecía lamentable.
RDA/2007-Las Cosas que no se Deben Callar.