Bienvenidos.

Amigos:


Todavía no tengo muy claro a qué extraño impulso ha respondido mi necesidad de crear este blog.


Hace algunos años, me vi envuelta en una cruenta realidad de la que aún no he conseguido salir del todo. El destino me jugó una muy mala pasada colocando en mi camino a alguien muy extraño y retorcido. El resultado de ese grotesco azar, me trajo problemas muy graves a mi vida. Problemas que "la justicia" alimentó y fomentó, riéndose de mi, con su mayor descaro.


Es posible que este blog, responda unicamente a mi necesidad de liberarme de todo aquello. O quizás, también forme parte de esa transmisión del conocimiento necesario que los seres humanos precisamos para estar alerta y atentos a los engaños.


Bien es cierto que nunca se aprende en cabeza ajena!......Pero no es menos cierto que ante el descubrimiento de determinadas manipulaciones, podremos valorar con mayor realismo hasta que punto debemos creer en todo aquello que se nos cuenta.


Dentro de unas semanas, seguiré explicándoos mi odisea.


Un saludo!.............

Datos personales

Mi foto
Extractos de "Las Cosas que no se Deben Callar". Reservados todos los Derechos de Autor-2007. Retazos de una vida. Basado en hechos reales. Algunos de los nombres de los personajes han sido cambiados para guardar su identidad.

sábado, 2 de febrero de 2008

10- FORJANDO CAMINO.

Ante la situación tan complicada que Aldo estaba sufriendo, terminé por decidir aceptar su presencia en mi casa. Creí que caminaríamos en el mis mo sentido y hacia los mismos objetivos. Es decir, construir una vida en común. Sin embargo el tiempo demostró que, no era así.

"Nunca soporté que me abrazaran mientras dormía, pues siempre preferí sentirme “libre” durante mi tiempo de “dulces sueños”. Sin embargo con Aldo, me sentía protegida cuando me “encolomaba” (como él llamaba a dormir abrazados) y me reconfortaba sentir su respiración permanentemente en mi nuca a lo largo de la noche. Tal y como nos dormíamos……nos despertábamos por la mañana. Supongo que ni tan siquiera nos movíamos, para no estorbarnos el uno al otro.
¡Aquel hombre, ni siquiera roncaba!. Aunque tiempo después, me di cuenta de que no roncaba, ¡porque no dormía!. Aldo, muy habitualmente, sufría de insomnio.
Era dulce y delicado hasta en sus expresiones más íntimas. Siempre con mucho tacto y cuidado. Limpio y aseado. En definitiva, todo lo que creo que muchas mujeres hubiéramos deseado de nuestro “príncipe azul”. ¿Si?....Pues yo, lo tenía.
Durante los casi cuatro años que estuvimos conviviendo en mi pequeño apartamento y durmiendo juntos en aquella pequeña cama de metro veinte, jamás nos estorbamos......Hasta que llegó el último momento.
El siempre estaba contento y feliz conmigo. ¡Nunca discutíamos! Y muy habitualmente recordaba cómo nos habíamos conocido y comparaba lo “amargado” y aburrido que vivía antes de ello. Realmente le veía muy feliz y enamorado…..Y junto a él, yo también lo era.
Inicialmente no me importó ceder parte de mi “parcela” y de mi vida en el interior de mi pequeño apartamento. Ni dormir mas apretada en mi cama. Ni no disponer de la ropa de la misma cuando, él durmiendo, me la quitaba. Ni hacer cola en el baño……Ni preparar la comida para dos personas……Ni perder mi espacio en el armario y tener que apretujar mi ropa en el otro módulo…….
Pero lo que sí me importó y que siempre llevé mal en esta cesión de parcela fue, recluir a mi perrito, a un segundo plano porque, según Aldo decía, “a los perros había que tratarlos como perros que son” y según él, yo al mío, lo tenía como a un bebé mimado. Pero aunque eso fuese cierto……¡No por ello era un perro consentido!. Mi Chiqui siempre ha sido un can limpio, obediente y bien educado.
En ocasiones Aldo, se enfadaba con él como si de un rival se tratara. Aunque pronto se le pasaba y se apresuraba a jugar. Sobretodo…..cuando yo los observaba.
Es cierto que veía en mi compañero, una actitud algo forzada con “mi coleguita de cuatro patas”. Y esa era, una de las cosas que me chocaban más de él. Pero suponía y deseaba que, con el tiempo, se iría acostumbrando a su presencia.
¡Tonta! ¡Tonta y tonta!. Emilia (la veterinaria), me decía:..…- No te creas que porque hoy le ha hecho buena cara a Chiqui, está aprendiendo a quererlo. ¡Es mentira!. Lo hace por quedar bien contigo. Cuando tú te das la vuelta, seguro que le saca la lengua ó le da patadas. A una persona que piensa así de los perros….¡No le gustan hoy y no le gustan mañana!. Pero hasta que no veas por ti misma que lo que te digo es cierto, no me creerás. ¡Y ojalá me equivoque! Por el bien tuyo y el de tu Chiqui….¡Te veo tan enamorada!. Pero piensa que hay parejas que llegan incluso a romper porque, uno de los dos, no soporta ó le tiene celos al perro. Desi, eso, lo he visto yo.-
Lógicamente no la creí. Y el no creerla me pudo haber hecho sufrir más de lo que hubiese imaginado nunca.
Y mientras seguía aferrándome a la idea de que mi encantadora pareja se acostumbraría a su peludo compañero de piso, no hacía más que preguntarme……¿Cómo podía ser posible que alguien se resistiera al encanto de “mi maravilloso peluche”?.
Definitivamente Aldo, disimulando sus actitudes hacia “mi can”, me convenció de que Emilia exageraba. Y aunque este problema, en definitiva y con el tiempo, creí que se superaría, fue solo una de las cosas que nunca se llegaron a solucionar en nuestra convivencia, por mucho tiempo que hubiese podido pasar.
Lo siguiente que más me costó aceptar fue, el no poder disponer de mi tiempo y de mi coche libremente, como hasta el momento lo había hecho. El monopolizaba mi tiempo y mi libertad. Aldo necesitaba controlar lo que yo hacía y el donde y con quién estaba, continuamente y en consecuencia, disponía de mi coche, siempre que lo decidía.
En ocasiones, se llevaba mi R-5 para ir a ver a su hija o a trabajar. Con lo cual, el “paseo montañés” de mi perrito y la posterior visita, comida y tertulia familiar a casa de mis padres o con mis amigos, se convertía en algo bastante mas complicado de realizar (por no decir imposible), para mí. Pero claro está, (me decía a mí misma)……¡Si vives con alguien, no puedes seguir haciendo vida de soltera!. ¡El amor es saber compartir y respetar!.
……¡Qué lástima!.........

Esa misma frase se la debí aplicar a él, en vez de aplicármela a mí misma.

Lo de ceder cajones y módulos de armario, o no poder utilizar el baño siempre que una quiere, ni el tiempo que a una le “da la gana”……¡Pase!. Pero eso de que me requisaran el coche y me impidieran estar con mi familia, lo llevaba francamente mal. Decidí que ese problema debíamos trabajarlo a fondo pues, a fin de cuentas, el coche era mío y no estaba dispuesta a que me dejara limitada en mis salidas de fin de semana mientras él, trabajaba o visitaba a la niña, solo porque mi coche le resultara más económico de consumo que el suyo. Esa era su excusa.
Y nuevamente me tengo que llamar…¡Tonta! ¡Tonta y tonta!. Para mi desgracia, esa fue otra de mis batallas perdidas con él. ¿Fue egoísmo ó una forma más de tenerme controlada y distanciarme de los míos premeditadamente?.
Por el momento, yo acabaría cediendo a sus actos y voluntades para evitar discusiones y terminaría acostumbrándome a caminar por el asfalto con mi Chiqui, yendo sin coche a todas partes. Absurdo pero cierto.
De paso él, tenía el dominio total de la situación.
Sabía que no iría a verlo al trabajo. Sabía donde estaba en todo momento y a qué horas (con toda seguridad), iba a estar en casa; ya que…….¡No te vas a recorrer la ciudad andando y de noche, con un perro a pie!….
Con Aldo en mi vida, se había terminado la privacidad, la autonomía y la libertad. Pero yo seguía convencida de que un hombre así, merecía mucho la pena.
Pensé que con el tiempo, nos iríamos amoldando el uno al otro. ¡No en vano se dice, que los dos primeros años de convivencia, son los más difíciles de compartir!.
Pero en ocasiones, era un poco complicado para mí, aceptar sus excentricidades, pues debo reconocer que soy bastante metódica y ordenada en mis cosas. De hecho soy, de las que hoy coloco aquí un cenicero y dentro de diez años, ese cenicero, deberá seguir en “su sitio”, a menos que yo, haya decidido cambiarlo de lugar.
¡Aldo era la antítesis del orden! Y en un apartamento de cuarenta y pocos metros cuadrados......O pones orden en tu vida, ó el caos te puede devorar. Conseguir que se acostumbrara a guardar sus cosas y que no tocara o chafardeara las mías fue, otra de las tareas mas arduas para mí. De hecho……¡Tampoco lo conseguí!. Así hubiese colocado candados y cerrojos en todos los cajones y puertas del apartamento……Aldo, hubiera conseguido abrirlos y seguramente habría seguido chafardeándolo absolutamente todo. Era totalmente necesario para él, controlar toda mi vida y saberlo todo.
Años después, conocí el por qué de su obsesión. En aquel momento, simplemente, no comprendí……¿Cómo se podía llegar a ser tan sumamente chafardero?."
"Mi gran memoria, me permitía darme perfecta cuenta de cuando había metido mano en mis cajones ó a mis papeles. ¡Aquello me indignaba!. ¡Era superior a mi!. Y me preguntaba....Si yo no le toco nada, ¿por qué demonios tiene que meter sus narices en lo que no es suyo!?. Pero cuando le preguntaba, siempre me daba una buena respuesta:.....- Estaba buscando las tijeras, ó.....Estaba buscando un apartado en tu carpeta que me permitiera espacio para guardar mis documentos -…….
Y yo, qué le iba a decir....¡Pues nada!, porque si tienes que desconfiar de la persona con quién duermes, ¿a donde vamos a llegar?. ¡Me sentía como una boba malpensada! Y al día siguiente, le compraba una carpeta nueva para que él guardase en ella sus documentos más privados, intentando evitar así, que siguiera revolviendo en los míos. Pero la carpeta nueva, nunca le duraba más allá de dos días pues, curiosamente y sin saber por qué motivo, la mayor parte de las cosas que yo le compraba o regalaba, desaparecían casi de inmediato de casa.
Según él, las perdía. Sin embargo, algunas de “esas cosas” (como por ejemplo las joyas), al cabo del tiempo, extrañamente, volvían a aparecer en casa.
Sus excusas en estos casos eran, decirme que las había llevado a una casa de empeño para poderme dar dinero en los momentos de ausencia de trabajo, ó que simplemente, las había perdido y vuelto a encontrar o prestado a su hija.
En las mañanas de domingo, le gustaba levantarse pronto y bajar a visitar a su niña antes de empezar a trabajar. Después de ver a Lauri, regresaba a casa, preparaba el desayuno y sirviéndomelo en la cama, lo compartía conmigo. Luego, se quedaba echado……Dormitando a mi lado, hasta que yo me levantaba.
Aldo tenía problemas crónicos de sueño por lo que a veces, se quedaba dormido a las horas más inverosímiles. Eso, al principio, tampoco fue ningún problema.
A la hora de comer, lo mismo preparaba él la comida o podía ser yo la cocinera de esa jornada. Y cuando le daba a él por cocinar, puedo asegurar que, con sus platillos portugueses.... ¡Te chupabas los dedos!. ¡Ah!....Y además, las tardes de Domingo…..¡Me las dedicaba integras a mí, porque no le gustaba el fútbol!.
Aquello era increíble pero, cierto. Aldo era……¡“El no va más”! Decididamente era el hombre de mi vida......A pesar de todo. Chafardero, desordenado y posesivo. ¡Pero genial! "


Reservados todos los derechos de autor-2007. "Las Cosas que no se Deben Callar".