Nunca fui madre, ni nunca quise serlo pues, siempre consideré que, un hijo, debe ser algo muy deseado, al cual, se le tiene que dar toda la estabilidad, felicidad y cariño necesario para su buena salud, física y mental. Asegurarle un hogar y educación en condiciones, al igual que un entorno suficientemente motivador como para que esa criatura se forme y prepare adecuadamente para su futuro, hubiese sido para mí, la base idónea para dar ese paso. Por desgracia, los hombres de los cuales me enamoré, seguramente carecieron de la madurez y sentido común necesarios. Por lo que obviamente, jamás los consideré como padres adecuados para un posible bebé.
Tampoco contemplé la posibilidad de ser madre soltera, no por no estar de acuerdo en ello, si no porque la situación laboral tan cambiante vivida en mis años de juventud, no invitaba a ese tipo de planteamientos. Supongo que en el fondo.....Sencillamente, no lo deseé.
.....Pero el día que Aldo me habló de su hija y me mostró su fotografía, me di cuenta de que no me importaría nada conocerla. Incluso, con el paso de los meses, llegué a pensar que había sido una gran suerte conocer a ese encantador papá y encontrarme con una divertida “coleguita” que, quizás, quisiera ser mi amiga. A pesar de ello, nunca tuve la más mínima intención de ocupar el lugar de su madre. Cosa que Flor, siempre dudó.
Alertada por mi preocupación hacia la niña y mi buena disposición a ayudarlas a las dos mientras, el padre solucionaba su situación laboral, Flor comenzó a recelar de mis intenciones, creyendo que yo intentaría quitarle a su cría.
Por consiguiente, la presión que ya estaba ejerciendo sobre Aldo relacionada con la pensión impagada de su vástago, se incrementó brutalmente en el vano intento de que la relación que mantenía conmigo se rompiera. Y debo decir que, casi llegó a conseguirlo por aquellas fechas. Aunque también tengo que admitir que visto lo visto, al pasar los años, hoy posiblemente, se lo estaría agradeciendo.
RDA/2007-Las Cosas que no se Deben Callar.