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Coqueta y presumida…..Amiga de sus amigos, con quienes gustaba compartir tertulias livianas e intrascendentes que descargaran la mente después de la jornada laboral. Siempre con su amplia sonrisa de felicidad adornando su cara, aunque los problemas llamasen a la puerta. Trabajadora e independiente. Dueña de su propio negocio, que desde hacía dos años, sacaba a delante con sacrificio e ilusión ayudada por su entrañable familia y aplicando muchas horas de dedicación, como cualquier negocio que empieza"......
……Recuerdo la alegría con la que me despertaba cada mañana al sonar la emisora de música clásica en mi despertador……
Al abrir los ojos, lo primero que veía era, una húmeda naricita negra olisqueando mi cara. Tras la nariz, dos grandes y redondos ojos de un marrón intenso, que me miraban con cara de:.....¡Hola colega!.....¿Nos vamos a la calle?.....
Eran los “buenos días” de mi querido coleguita peludo de cuatro patas. El es un beagle precioso, gordito y rechoncho, como los de su raza. Tozudo, independiente y a “su rollo”, como todo perro de caza. Llevábamos juntos casi seis años, compartiendo buenos ratos. ¡Aquellos si que eran días felices!.......
El y yo bajábamos cada mañana caminando desde casa a la tienda, disfrutando del sol a paso ligero y enérgico……¡Un, dos!.....¡Un, dos!….¡Un, dos! Hacíamos de nuestro ejercicio, un placer. El coche lo dejábamos para los domingos. Día este dedicado, al “paseo montañés”.
Su cariño incondicional y su permanente compañía, delataban en mi amigo, esa fé ciega que nunca dejó de depositar en mí. Nunca nos habíamos separado y sin saberlo, él siempre me dio todo su apoyo y su ánimo, con sus juegos, arrumacos y atenciones.
Al abrir los ojos, lo primero que veía era, una húmeda naricita negra olisqueando mi cara. Tras la nariz, dos grandes y redondos ojos de un marrón intenso, que me miraban con cara de:.....¡Hola colega!.....¿Nos vamos a la calle?.....
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Eran los “buenos días” de mi querido coleguita peludo de cuatro patas. El es un beagle precioso, gordito y rechoncho, como los de su raza. Tozudo, independiente y a “su rollo”, como todo perro de caza. Llevábamos juntos casi seis años, compartiendo buenos ratos. ¡Aquellos si que eran días felices!.......
El y yo bajábamos cada mañana caminando desde casa a la tienda, disfrutando del sol a paso ligero y enérgico……¡Un, dos!.....¡Un, dos!….¡Un, dos! Hacíamos de nuestro ejercicio, un placer. El coche lo dejábamos para los domingos. Día este dedicado, al “paseo montañés”.
Su cariño incondicional y su permanente compañía, delataban en mi amigo, esa fé ciega que nunca dejó de depositar en mí. Nunca nos habíamos separado y sin saberlo, él siempre me dio todo su apoyo y su ánimo, con sus juegos, arrumacos y atenciones.
.....Cada día a las 10.30, la tienda estaba abierta. Los tenderos de la calle, solían decir cuando nos veían llegar:…..- ¡Ahí está la alegría de la calle!.
¡Siempre feliz! ¡Siempre contenta por lo maravilloso que es vivir!. Atrás quedaban los malos ratos que en mi juventud, había conocido.
Por desgracia o por suerte, a mis 36 años, ya cargaba a mis espaldas unos cuantos fracasos de importancia y llevaba la mochila bien repleta de desengaños amorosos.
Mientras yo no tenía ni idea de quién era mi nuevo amigo, él se había informado sobre "quién era yo" y "cómo y de qué vivía" a través de mis colegas. Ignorante de ello, seguí feliz mi vida, tratándolo como un nuevo y fiable conocido del barrio.
Mientras yo no tenía ni idea de quién era mi nuevo amigo, él se había informado sobre "quién era yo" y "cómo y de qué vivía" a través de mis colegas. Ignorante de ello, seguí feliz mi vida, tratándolo como un nuevo y fiable conocido del barrio.
RDA/2007-Las Cosas que no se Deben Callar.