Aldo sabía que yo estaba “a la caza” de su teléfono y no se separaba de él ni para ir al baño. Yo sentía la necesidad de darle un chasco a esa mujer tan maleducada y desagradable que se complacía tan descaradamente en fomentar los problemas y el mal estar entre nosotros dos. Pero lo que mas me chocaba de la actitud de Flor era que, hasta el momento en el que Aldo no habló de “trabajo”, ella no molestó. Estaba claro que él se lo contaba todo cuando acudía de visita a su casa y aquello....¡aún me indignaba más! ¿Por qué a ella sí la hacía confidente de sus cosas y sin embargo, a mí no me estaba contando nada?
Ante su actitud y su falta de complicidad, empecé a desesperarme. Si para él nuestra relación estaba terminada......¡y tanto echaba de menos a su hija!......me parecía lógico que nos separáramos sin hacernos daño. ¿Qué necesidad había de vivir amargándonos la vida?
Sin dejar pasar más tiempo, la mañana del Sábado esperé a que saliera del lavabo y con todo mi dolor, le planteé una posible ruptura. Paulo se sentó junto a mí, me miró y asintiendo con su cabeza, respondió:....- Ya te diré algo.-
Esa misma tarde, después de comer, me sobresaltó una nueva llamada en su móvil. Intentando esconderse en algún lugar del piso para evitar que yo escuchara su conversación, habló con un tal Joau en portugués.
No hace falta conocer ese idioma para, sabiendo castellano, identificar la idea general de la conversación. Aldo se había citado en casa de Flor con él y su cuñada. Su hermano estaba en España.
Nada más colgar (ignorándome como últimamente venía haciendo) se duchó, se vistió con su mejor traje y se dirigió a la puerta para salir. Fue entonces cuando yo le pregunté que “a donde iba” y él me contestó, que “a ver a la niña y que hiciera el favor de no meterme en sus cosas”.
Su respuesta me encendió. Sabía que tenía un hermano que se llamaba Joau y que cuando este y su cuñada venían a Barcelona, se hospedaban en casa de Flor. Aquello confirmaba lo que creí haber entendido de su conversación.
También sabía que aquella misma mañana antes de llegar tarde a comer a casa, había estado con la madre de su hija y con la pequeña. Era evidente por lo tanto, que tenía planes familiares dentro de los cuales, no entraba yo.
Durante unos segundos, reflexioné y sin dejar de mirarnos fijamente a los ojos, retándonos como dos gatos a punto de saltar el uno sobre el otro, pensé que quizás, habiendo sido todo tan rápido entre nosotros, mi compañero no había tenido la oportunidad de avisar a su hermano de la ruptura con Flor, con lo cual se podía entender que quisiera estar a solas con ellos y plantear su nueva situación. Pero de pronto, la lógica me invadió y súbitamente me vi asaltada por una nueva pregunta:…..Si era así……¿Por qué seguía allí callado frente a mí, sin darme la mas mínima explicación?....
Deduje que cuando uno se calla, es porque algo otorga o nada bueno esconde. Entonces recordé cómo había transcurrido la semana, mis solitarias vacaciones y el sacrificio vivido al no poder disfrutar del descanso merecido y de la compañía de mis familiares y amigos por intentar estar a su lado y automáticamente.....mi mano cobró vida por sí misma.
Cuando quise darme cuenta, ya había estampado sobre su cara impertérrita, un soberano bofetón. Y allí, de pie frente a la puerta, estábamos el uno ante el otro sin mediar palabra.
Aldo se tocó con extrañeza su rostro y siguió mirándome sin decir nada, de pronto abrió la puerta y se marchó. Allí me quedé.....Sola en casa, con mi colega de cuatro patas.
Las lágrimas brotaban de mis ojos y no podía creer lo que había pasado. Intenté llamarlo al móvil para disculparme, sin obtener respuesta. El teléfono sonó y sonó, pero él, no contestó.
Por fin, después de casi una hora de insistir en la llamada.....en un momento de la noche……alguien descolgó y sin que nadie contestara, escuché voces de fondo. En algún sitio de la ciudad, se estaba celebrando una animada reunión familiar. Castellano, Portugués, Portugués, Castellano…Niños, mujeres, risas y.... ¡Aldo! Creí verlo todo muy claro. La decisión estaba tomada y yo debía aceptarla. Mi amor, había vuelto con Flor.
En mi interior, mientras los escuchaba y a pesar de mi rabia, les deseé suerte en su nuevo intento. Colgué. Aquella noche no regresó a casa.