Para las personas que nunca han tenido problemas con la justicia y que jamás se han visto obligados a presentarse ante un juez, seguramente se les prodría plantear un duro conflicto pues, teniendo en cuenta las buenas y enamoradas palabras de su pareja, esa a la que aman, y después de haberlo visto sufrir (en apariencia) como le hayan visto, la pregunta más evidente que se puedan plantear sea: ¿En qué cabeza cabe que realmente pueda ser un delincuente?.....Y seguramente, con recelo, tenderán a creer lo que deseen, antes que poner lógica a la situación. Posiblemente, tras aplicar con mucho trabajo una supuesta decisión ( en apariencia implacable), solo les podría faltar el consejo de un experto en la materia. Como por ejemplo el de un policía experimentado y con muchos años de rodaje en la profesión. Es posible que la mayoría de la gente dedujera que "si para un experto en la materia, que ha conocido personalmente a "esa" pareja puesta en duda, no le parece tan grave la situación expuesta, quizás sea yo la persona que se equivoca al juzgarlo tan duramente". Pero sería bueno no perder de vista nuestra intuición, nuestros primeros impulsos y sin duda alguna, la temida deformación profesional, que parece no dejar exento a nadie.
Evidentemente, el transcurso de la mañana a la espera de la llegada de Aldo para comunicarle mi decisión, dió al traste con mis "rotundas" intenciones de la agotadora noche anterior. Y según como fueron pasando las horas de aquella interminable espera, mi rotundidad fue perdiendo fuerza mientras recordaba las palabras de mi buen amigo Julio. Cuando Aldo llegó a la tienda para hablar conmigo, yo ya me sentía tan débil y confusa en mi decisión que, solo faltaron sus convincentes explicaciones para terminar de desmontar mis argumentos.
No hay que ser muy listo para adivinar que su principal prueba de descargo fue escudarse en las "malas amistades" que durante los años porteriores a la defunción de Emi (su madre), sumados a la separación de Minda (su mujer) , habían propìciado en su vida por haber sufrido un enorme descalabro mental y anímico. Dicho esto y tras aclarar el porqué de estas actitudes y sucesos, me preguntó si todavía estaba a tiempo de seguir conmigo.
Debí haber seguido manteniéndome en un rotundo "NO" pero, ante su pregunta enmudecí.
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